A casi mes y medio de comenzado el año, me siento a escribir
el primer post de 2016. Decidí cambiar la rutina, porque evidentemente no está
funcionando. Acostumbraba a postear a la noche, tarde, después de la cena y
lavar los platos, cuando mi hijo ya se estaba yendo a dormir y mientras mi
marido veía algo de televisión. Pero no llego, me duermo antes. Durante el día
vivo una vorágine de actividades: trabajo, ocuparme de la construcción de mi
casa, llevar el niño a la pileta o al río para que no se aburra solito en casa, las tareas domésticas… uf, no se puede parar ni un
minuto.
Por eso, para no abandonar tanto este blog, que me ha
conectado con gente hermosa alrededor del mundo, decidí escribirlo muy temprano
por la mañana, cuando llego a la oficina y todavía no hay demasiado movimiento.
Veremos si resulta…
Miren si tendré abandonado el blog que a pesar de no dedicarme
como quisiera a mis manualidades, no les he mostrado lo poco que hice… En julio, para el
cumpleaños de mi queridísima amiga Norma, que por aquel entonces también estaba
construyendo su casita, alguien me dijo (sin ningún asidero científico) que
regalar agarraderas nuevas daba suerte para la casa y sus dueños. Aprovechando
que el grupo de Facebook Cosemos Juntas? había compartido un tutorial hermoso,
lo puse en práctica. He aquí el resultado.
Como me parecía poco, también preparé una toalla con
aplicaciones en lila, que me pareció un color acorde al temperamento de mi amiga, maestra
jardinera de profesión, tranquila y suave. Las fotos son pésimas porque terminé
el regalo cinco minutos antes de salir para su casa, ya de noche.
Y hablando de no parar un minuto, no sé si les habrá pasado,
estoy en una época de mi vida en la que me molesta enormemente no tener un
minuto para mí. Y no hablo de ir de compras o a la peluquería o al spa, no,
hablo de tener la tranquilidad para hacer lo que más me gusta: coser, bordar,
tejer, leer. Hace ya tiempo que me sucede pero con el inicio de la construcción
y el aumento de las actividades de mi hijo se agudizó. No encuentro tiempo para
sentarme a disfrutar de mi tiempo, ese refugio que me ata a la cordura, que me
permite proyectar, hacer planes, básicamente detenerme y pensar.
Aunque esa sea la realidad hoy por hoy, no siempre tiene que
ser así. La casa nueva tendrá un espacio para mis chucherías, para mis telas,
mis hilos, mi música. Un refugio para mi refugio.